Archivo de la categoría: Comunicación

«Dad y se os dará»

Por aquella sierra gris de silicio y romero, la de la Carrodilla, vendrán hoy los Reyes Magos. Recorrerán todos los pueblos y se detendrán en cada casa. En mi ventana encontrarán, junto a mis zapatos, la carta que les he escrito esta mañana. En cuatro folios les doy las gracias por las muchas cosas buenas que me trajeron el año pasado, entre ellas, vosotros. Gracias por estar aquí, por leer lo que escribo, por poner Me gusta, por escribir comentarios. Gracias por ese cariño vuestro que yo recibo.
Y después de agradecer, les he pedido cosas para este año. A los Reyes Magos se les pide cosas y a mí, que soy de mucho pedir, me encantan los Reyes Magos.

He acabado de escribir la carta y he recibido otra con una petición para mí:

«Por favor, consigue que al menos una de tus amistades apadrine un niño o niña«.

Y continuaba con una frase de Vicente Ferrer: «Para erradicar la pobreza se necesitan muchas manos».

Y como estoy segura de que erradicar la pobreza es un deseo de todos, también lo estoy de que algún amigo o amiga de cuantos pasáis por aquí desearéis colaborar.

https://www.fundacionvicenteferrer.org/somoslallave/apadrina-ahora.php

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Feliz Navidad y feliz 2014

Este es para mí quizá el momento de mayor felicidad de este 2013. La foto la hizo Fran Navarro durante la presentación de «Pétalos de luna«. Un momento fruto de mucho trabajo, esfuerzo, perseverancia, compromiso, deseos de servir y de ayudar, de compartir, de dar lo mejor de mí. Un momento lleno de gratitud, de satisfacción, de alegría, de risas, de excelente compañía, de ilusión y de sueños.

Cada uno de vosotros sois un motivo de esa felicidad; cada Me gusta y cada comentario vuestro. Gracias. Muchas gracias de todo corazón.

Os deseo Feliz Navidad y un año 2014 lleno de momentos tan emocionantes como el que la memoria me trae al ver esta imagen.

En la presentación de "Pétalos de luna" en Madrid el 30 de abril de 2013.

En la presentación de «Pétalos de luna» en Madrid el 30 de abril de 2013.

Cooperar para hacer frente a la deshumanización

El paro es un monstruo de muchas cabezas: la del miedo, la de la pobreza, la de la desesperanza, la de la tristeza, la del dolor, la del abandono, la de la soledad… A cada uno se le van presentando unas y otras en sucesivas fases, cada cual más horrenda que la anterior. Quienes nunca han tenido esta experiencia son, en su mayoría, incapaces de comprender. Los hay que siguen pensando que quien quiere trabajar trabaja. ¡Ay, qué poco conocen estos tiempos! ¡Y qué poco saben de humanidad! Y los hay que experimentan una suerte de regocijo al ver a los que han caído porque, al mirar al compañero parado se sienten “superiores”: ellos son mejores, no los han despedido, incluso quizá les hayan dado algún cargo mejor.  Sin embargo, nadie es superior a nadie excepto por la bondad. Y la bondad está lejos de quien no es capaz de comprender el dolor del otro e intentar ponerle remedio.

En estos días no puedo evitar acordarme de las palabras de un político en un acto de la Navidad de 2010. “Lo peor ha pasado ya -dijo muy ufano-. La crisis ha terminado y este año recuperaremos la bonanza económica”. ¿Qué les parece? Un lince, ¿no?

En verano de 2011 me quedé en paro y padecí los duros embates de la ausencia: ausencia de horarios, de obligaciones laborales, de compañeros, de llamadas… Advertí con horror que ni mis conocimientos ni mi experiencia eran necesarios para nadie. Como me decía esta semana mi compañera y amiga Elena, cualquier ventaja de este talante, lejos de abrir puertas, las cierra, puesto que muchos de quienes todavía conservan sus puestos nos miran a los “freelances”, “autónomos”, “emprendedores”… (llámese como se quiera) como una amenaza y, según Elena, nuestra preparación y nuestras habilidades sociales son inversamente proporcionales a las posibilidades que tenemos de que cuenten con nosotros. A más torpes, más posibilidades.

En 2011 llamé a muchas puertas. A dos de ellas con más ímpetu. Una rechazó de plano mi propuesta después de dos meses de haberme hecho albergar esperanzas; la otra la aceptó y sigo trabajando con ella. La admiro, la respeto y me siento inmensamente privilegiada por trabajar para ella. En cuanto a la primera, que en una de aquellas conversaciones que tuvimos me contó que tenía un puesto fijo, la han despedido en estos días.

He visto (y sigo viendo) caer muchas torres desde hace dos años y medio. También cayó aquel augur que con tanta solemnidad habló en la Navidad de 2010. Me admira la rapidez con que los que miraban hacia abajo han tenido que aprender a mirar hacia arriba. Algunos ni siquiera han aprendido a mirar. Quienes nunca cogían el teléfono ahora esperan desesperadamente que alguien les llame.

En una sola semana han imputado a dos personas que, en diferentes momentos de mi vida, me han dejado sin trabajo; uno, para poner en mi puesto a su novia (otro día lo contaré). Cuando he leído las noticias de las dos imputaciones he pensado que aunque las personas no somos justas, el mundo muchas veces lo es.

Solo en esta semana he recibido la noticia de tres compañeros que se han quedado en paro.  ¿Qué podemos hacer para que cese ya esta sangría? Visto que no podemos confiar en el sistema, que no siente, que no comprende… Bastante trabajo tiene ya con buscar dónde esconder el dinero que se han llevado y con convencer o distraer a la justicia… y a la sociedad. ¡Como si no conociéramos los que trabajamos en Comunicación cómo funcionan esas estrategias de distracción, las preferidas por los malos profesionales!

Visto, como decía, que no podemos confiar en un sistema que nos anula y que nos roba, habremos de poner todos cartas en el asunto y cooperar. Tomar conciencia de que el cambio es lo único seguro; que quien hoy está arriba mañana estará abajo y viceversa, y que, por tanto, es bastante ridículo mirar por encima del hombro a quien hoy no trabaja o a quien ocupa un puesto inferior, porque mañana nuestras posiciones habrán cambiado.

Quien ayuda, quien coopera, tiene más posibilidades de prosperar porque se abre también a la ayuda que el otro le proporciona, porque se gana la gratitud, el respeto y el cariño de los otros (lo cual de por sí ya tiene bastante valor); pero, sobre todo, porque la calidad de la persona no se la confiere el puesto que ocupa en la sociedad, sino su manera de estar en el mundo, su generosidad, su humanidad, su libertad, su humildad, su sabiduría y, en definitiva, su bondad, que es el compendio de todo esto.

La responsabilidad en la toma de decisiones pasa por tener en cuenta a los otros. En no olvidar que tan importante como el “yo” es el “tú”.

“Un placer hacer equipo”,  escribía en Twitter Nerea Vadillo en respuesta a la foto que acababa de publicar Elena Torres y que nos hicimos en la cena de Navidad de Dircom. Me gustó mucho esa respuesta: sin equipo, nos quedamos todos como simples espectadores de una obra dramática chabacana y grotesca.  Un placer disfrutar de la compañía y de la conversación de personas tan encantadoras como Elena y Nerea. Y también de Vanessa, aunque no salga en la foto.

“Un placer hacer equipo”, escribía en Twitter Nerea Vadillo en respuesta a la foto que acababa de publicar Elena Torres y que nos hicimos en la cena de Navidad de Dircom. Me gustó mucho esa respuesta: sin equipo, nos quedamos todos como simples espectadores de una obra dramática chabacana y grotesca. Un placer disfrutar de la compañía y de la conversación de personas tan encantadoras como Elena y Nerea. Y también de Vanessa, aunque no salga en la foto.

Vivir en el mundo como entre amigos

Todos queremos un mundo mejor, un mundo sin guerras, sin hambre, sin enfermedades. Confiamos en la ciencia y en el progreso para que se produzcan los cambios que anhelamos; sin embargo, esa transformación solo se dará cuando cada uno de nosotros miremos a nuestro interior y decidamos sacar lo mejor para darlo a los demás. 

Estar en el mundo como cuando estamos en casa. Vivir con todas las personas como vivimos con los nuestros, con nuestra familia, con nuestros amigos. Comunicar: hacer partícipes a los demás de lo que tenemos, de lo que somos (no lo que queremos aparentar), conversar, establecer medios de acceso entre personas, unir…

Los días en que uno comunica, los días en que uno está rodeado de personas a las que quiere y por quienes siente querido son los mejores días del año. ¿Qué nos impide comunicarnos? Ojalá viviésemos así todos los días.

En casa de Mari Carmen y José Luis, en Calamocha. Con los amigos.

En casa de Mari Carmen y José Luis, en Calamocha, en el mundo. De pie: Javi, Miguel Sánchez, Juan Carlos Meler, José Luis Jiménez, Mayte Roy, Luis Alegre, Andrés Cuartero, Pepe Melero y José Luis Campos. Sentados: Antón Castro, Mari Carmen Layunta, Miguel Mena, Ángel Artal, Mariano Gistaín, Pilar Clau, Loli Torrecilla y David Trueba.

 

Con David Trueba

Con David Trueba

Foto de Miguel Mena

Foto de Miguel Mena

 

Comunicar para crecer

“Qué tal si deliramos por un ratito / Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible…” Eduardo Galeano

La comunicación es una potente herramienta de transformación social. Mientras la malempleemos para dar pábulo a un mundo sin alma y sin valores, a un mundo superficial, ímprobo e injusto, estaremos desaprovechando el instrumento más útil que tiene la humanidad para adivinar otro mundo posible.

“Los responsables de comunicación hemos estado alimentando a muchos vampiros, construyendo empresas sin alma. No hemos trabajado el carácter sino la notoriedad”, dijo el presidente de Dircom, José Manuel Velasco, esta semana en Zaragoza. ¡Cuánto me gustó oír esto! Por supuesto, no quiero decir que me guste que así sea, sino que alguien lo diga por fin en voz alta. Así es, no hemos trabajado el carácter, sino la notoriedad.

Más interesados por la apariencia que por la verdad, no nos hemos conformado con descuidar esta última, que habría sido ya bastante grave, sino que la hemos denigrado hasta convertirla en un estorbo, y en muchos casos hemos denominado “comunicación” a un aparato de inventar y contar mentiras.

La falsedad, la deslealtad, la desconsideración… parecen a algunos mucho más efectivas que la integridad, la coherencia, la responsabilidad o el respeto. Lo primero es útil para la acción y lo segundo, única y exclusivamente, para el discurso. He oído a algún director de comunicación hacer gala de su carencia de valores y he visto a sus secuaces hacerle la ola por ese motivo.

Hablar de valores está de moda, pero tenerlos ha sido (ojalá no lo sea ya), hasta hace muy poco tiempo, anticuado, poco progre.

La comunicación y la comida son derechos humanos, decía Eduardo Galeano en el mismo poema que he citado más arriba, pero esta comunicación a la que todos tenemos derecho lleva en su esencia principios como: verdad (sin verdad no hay confianza y la falta de confianza destruye la comunicación), coherencia, responsabilidad y respeto.  Un director de comunicación ha de tener estos valores e impulsar en su organización y en el contexto en el que comunica un comportamiento acorde con esos principios, un alma.

Llevamos en cada uno de nosotros la semilla para mejorar el mundo. Hacerla crecer es vital para la felicidad individual y colectiva. Tener valores y vivir de acuerdo con ellos crea una sensación reconfortante de paz y de confianza a uno mismo, al entorno inmediato, a la sociedad en general y a sociedades futuras.

También esta semana, contaba el delegado de Aragón Exterior en Kazajistán, Karlos Landeta, que los kazajos no cierran nunca un acuerdo si de él no se deriva la ganancia para todas las partes. Saben que, si el otro pierde, no volverá a hacer negocios con ellos.

La mentira, la improbidad y la injusticia podrán servir (a corto plazo) a la notoriedad, pero nunca al carácter. Si nos dejamos arrastrar por el impulso de ganar a corto plazo estaremos perdiendo la oportunidad de inventar y de vivir otro mundo posible.

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Los amigos de las redes sociales

Desagrada a algunos que facebook denomine “amigos” a los… ¿Cómo dirían ustedes? Facebook los llama “amigos” y entiende que tenemos un vínculo previo en la vida real con aquellas personas cuya “amistad” solicitamos o aceptamos en la red.

Sin embargo, desde mi punto de vista, el gran mérito de las redes sociales (tal vez porque son gratis no hemos llegado a advertir su gran valor) es que nos permiten comunicarnos con personas a quienes no conocemos y, casi con seguridad, jamás podríamos conocer de otro modo: gente a la que admiramos, gente que nos inspira un gran respeto porque muestra interés por nosotros, gente que cuenta cosas que nos interesan, gente que nos informa, que nos advierte, que nos hace sonreír, que nos emociona, gente que nos apoya, que nos consuela, que nos anima y ¡gente que nos muestra otra forma de ver las cosas!, lo cual es excelente para nuestras neuronas. Las redes sociales nos permiten escuchar y hablar a toda esa gente, y de ese trato pueden nacer verdaderos afectos. Conocer, escuchar y hablar, es el primer paso de la amistad.  

«En el principio era el Verbo… Todas las cosas por él fueron hechas» (Juan 1). Las palabras expresan pensamientos y propósitos, y tienen, a su vez, un gran poder creador. “Amigo” me parece una palabra preciosa: es fértil, flexible y desplegable. Los amigos no se acaban en los que ya tenemos, sino que siempre podemos tener más. Cuando menos y donde menos lo esperamos, conocemos a una persona, congeniamos y ese encuentro puede convertirse en una larga y fecunda amistad.

No sé si es por el poder creador de la palabra o por lo valiosos que son mis amigos de las redes sociales, o tal vez por ambas cosas, me siento inmensamente afortunada de tenerlos.

La escritora, diplomática y una de las grandes líderes del siglo pasado, Eleanor Roosevelt, dijo que “la amistad con uno mismo es de suma importancia, ya que, sin ella uno no puede ser amigo de nadie más en el mundo”.  Yo me atrevo a añadir que las redes sociales ayudan a uno a ser mejor amigo de sí mismo, y también a ser mejor persona en tanto le hacen consciente de que el individualismo es una patraña, y que hay valores como el respeto por los demás, la responsabilidad de lo que publicamos o la cooperación que merecen la pena.

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Comunicación cooperativa

Este miércoles participo en una «Jornada técnica de buenas prácticas e intercambio de experiencias emprendedoras» que se celebra en Belchite. Hablaré de Comunicación cooperativa. Y comenzaré igual que comienza una de mis novelas favoritas.

«En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme vueltas por la cabeza: “Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien –me dijo- ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas…”   Francis Scot Fitgerald, El gran Gastby
THE GREAT GATSBY

Marca personal

Esta semana asistí a un curso que impartía Esmeralda Díaz-Aroca, una mujer encantadora y una excelente profesional del marketing. Durante un ejercicio, José María Moncasi, un compañero de Dircom, le sugirió que “googleara” mi nombre. Esa misma noche, Esmeralda me mencionaba en un tuit: “@MariaPilarClau impresionada me dejaste con tu posicionamiento de #marcapersonal!!!”

Y a mí me dejó impresionada su impresión. Tal vez porque dicho “posicionamiento” no es fruto del objetivo de crearme una marca personal (que me llega como un regalo), sino del deseo de comunicarme con los demás, de leer lo que otros escriben y de escribir aquello que creo que va a gustar o va a servir de algo a los que lo leen. Nace de mi respeto por las personas y de mi interés por la comunicación y por las relaciones humanas.

No voy a decir que los objetivos no sean una parte importante de los proyectos, de las estrategias; sin embargo, si miramos solo a la meta puede suceder que nos perdamos la belleza del paisaje por el que transitamos, o de las personas con que nos encontramos en él. Y aún peor, puede suceder que se evapore nuestra esencia, que somos nosotros mismos, nuestro ser de personas únicas e insustituibles, y que se desvanezcan los principios que, al cabo, son los pilares que han de sostener luego nuestros logros.

Para mí, lo primero son los principios y las personas, después está el objetivo. Ocurre así que a veces el objetivo se alcanza antes de lo esperado, y que las personas con las que te encuentras te hacen regalos tan entrañables y necesarios como su escucha o sus palabras, su afecto y su confianza. Y entonces el posicionamiento viene solo.

Gracias, queridos amigos, porque lo que dejó impresionada a Esmeralda fuisteis vosotros y no yo. 

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Simpatía y empatía

Según mis padres y mi DNI, nací un 15 de octubre, fecha en la que se celebra la festividad de una gran santa y escritora, Santa Teresa de Jesús. También un 15 de octubre, el del año 77 antes de Cristo, nació Virgilio, autor de La Eneida, una magnífica epopeya que llegué a saberme casi de memoria de tanto usarla en mis clases de Latín. Durante más de una década, desde que estudiaba primero de Filología, y mientras ya ejercía como periodista, dar clases particulares de Latín era en mi vida un hábito tan arraigado y casi tan necesario como lo eran levantarme por las mañanas, comer, llamar por teléfono a mis padres o quedar con mis amigos.

Era una cuestión de máxima importancia para mí que los conocimientos que había adquirido, que mis habilidades y que mi propia experiencia ayudaran a otros a conseguir su objetivo (y el de sus padres): aprobar.

Ser a un tiempo estudiante y profesora era una gran ventaja porque no me costaba nada ponerme en el lugar de mis alumnos: los escuchaba, los observaba y descubría así tanto sus fortalezas como sus debilidades. Las primeras me servían para elevarlos por encima de las segundas de manera que estas últimas no supusieran ningún obstáculo para lograr su propósito. Todos eran muy inteligentes, alguno adolecía de dificultades para concentrarse, otro para memorizar, otro para distinguir entre dos formas verbales…  y a otros, simplemente, no les gustaba el Latín. Partiendo siempre de lo mejor que tenía cada cual, me dedicaba con unos a trabajar la concentración, a otros les enseñaba trucos para recordar o para distinguir los verbos… y a otros intentaba contagiarles mi amor por el Latín explicándoles con detalle el proceso por el cual yo me enamoré de esta lengua.

No quisiera escribir algo que no sea verdad y les aseguro que no recuerdo que ningún alumno suspendiera (ni Latín, ni otras asignaturas que les daba).  El secreto no estaba mis conocimientos (al menos yo nunca lo creí), el secreto estaba en dos palabras griegas συμπάθεια (simpatía) y ἐμπαθής (empatía). El afecto y la identificación con el otro eran lo primero, después venía la transmisión de conocimientos y, a continuación, el buen resultado.

Cuando el trabajo ya no me dejaba tiempo para ello, tuve que dejar las clases. Las añoré durante mucho tiempo. Por suerte ahora también doy otros cursos y, aunque las materias son distintas, ni el afecto ni la identificación han cambiado.

Anoche un amigo escribió dos comentarios en uno de mis post de Facebook:

“Tuve una profesora de Latín estupendísima, te acuerdas?? Lograste que Domeño me aprobara!!! ya no se sí por mis análisis y traducciones del Libro de las Galias o por que le caías muy bien, sería por eso!!! Ahora me dedico a las ciencias ya ves tú un… besazo».
Rosa rosae me gustó gracias a ti, aún te veo como una profesora, eh!! Jaja con cierto respeto…. «

Me emocionó recordarlo, y me hizo mucha gracia eso de de “con cierto respeto”. Yo también conservo siempre un respeto especial por quienes son y han sido mis alumnos.  ¡Gracias Toño, por ese comentario tan sorprendente!

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Abuela bantú, padre tirolés, madre esquimal

¿Alguien recuerda todavía las barajas de familias? Abuelo bantú, madre china, hija árabe, padre tirolés… Cuánto me gustaba jugar con aquellos naipes cuyos unos personajes, todos ellos alegres, trabajadores y valientes, parecían ponerse contentos cada vez que llegaban a mis manos y me decidía a completar su familia. Además de divertirme mucho, gracias a esa baraja supe que existían los bantúes, que los tiroleses tocaban instrumentos musicales, o que los esquimales pescaban en el hielo.

El  Encuentro Internacional que Aragón Exterior (Arex) ha celebrado esta semana en Zaragoza evocaba ese delicioso juego. La cita ha reunido a los delegados que Arex tiene en distintas partes del mundo (China, Argentina, México, Sudeste asiático, Bulgaria, Rusia…) y que se ocupan de  acompañar en el país de destino a las empresas aragonesas que desean abrir nuevos mercados en el extranjero. Más de mil empresarios han acudido estos días a entrevistarse con ellos y a conocer las ventajas y desventajas que les ofrecen las particularidades de cada territorio.

Los delegados, tan encantadores como los personajes de aquella baraja, han pasado tres días consecutivos atendiendo uno tras otro a todos los empresarios que lo solicitaban. Gracias a ellos he sabido que en Malasia se construye sin parar; que apenas existe el paro en los países del Sudeste asiático; que los indonesios son coquetos y que les gusta la perfumería y la ropa; que México es un proveedor estratégico para EEUU e Iberoamérica en el  sector del automóvil, y que es el principal exportador de pantallas planas de televisión en el mundo y el tercer país exportador de teléfonos móviles; que  hay catorce millones de judíos en el planeta y la mitad viven en Israel; que Turquía es un país olvidado por las empresas de la Unión Europea a pesar de sus cien millones de consumidores y de las grandes oportunidades de negocio que ofrece, etc.

Cuando creó la baraja de familias, Félix Alfaro Fournier, que llevaba décadas fabricando “baraja española”, ya estaba “familiarizado” con el éxito internacional. Quizá con aquellos naipes tan innovadores quiso, como buen hombre de cartas, hacer un guiño a los niños-futuros empresarios de aquella generación: el juego-negocio no estaba solo en su país sino en el mundo. Justo lo que han venido a decir los delegados.

PD. Yo les doy la razón. De momento, mi novela “Pétalos de luna” ya la compran todo el mundo.

Con delegados y compañeros de Aragón Exterior

Con delegados y compañeros de Aragón Exterior