Archivo de la categoría: Sin categoría

Marca personal

Esta semana asistí a un curso que impartía Esmeralda Díaz-Aroca, una mujer encantadora y una excelente profesional del marketing. Durante un ejercicio, José María Moncasi, un compañero de Dircom, le sugirió que “googleara” mi nombre. Esa misma noche, Esmeralda me mencionaba en un tuit: “@MariaPilarClau impresionada me dejaste con tu posicionamiento de #marcapersonal!!!”

Y a mí me dejó impresionada su impresión. Tal vez porque dicho “posicionamiento” no es fruto del objetivo de crearme una marca personal (que me llega como un regalo), sino del deseo de comunicarme con los demás, de leer lo que otros escriben y de escribir aquello que creo que va a gustar o va a servir de algo a los que lo leen. Nace de mi respeto por las personas y de mi interés por la comunicación y por las relaciones humanas.

No voy a decir que los objetivos no sean una parte importante de los proyectos, de las estrategias; sin embargo, si miramos solo a la meta puede suceder que nos perdamos la belleza del paisaje por el que transitamos, o de las personas con que nos encontramos en él. Y aún peor, puede suceder que se evapore nuestra esencia, que somos nosotros mismos, nuestro ser de personas únicas e insustituibles, y que se desvanezcan los principios que, al cabo, son los pilares que han de sostener luego nuestros logros.

Para mí, lo primero son los principios y las personas, después está el objetivo. Ocurre así que a veces el objetivo se alcanza antes de lo esperado, y que las personas con las que te encuentras te hacen regalos tan entrañables y necesarios como su escucha o sus palabras, su afecto y su confianza. Y entonces el posicionamiento viene solo.

Gracias, queridos amigos, porque lo que dejó impresionada a Esmeralda fuisteis vosotros y no yo. 

parablog

Encuentros

El verano me ha mantenido alejada de Internet. No porque me lo propusiera, en absoluto. Fue la vida; la vida prevista y la imprevista se conchabaron para robarme el tiempo y el pensamiento necesario para pasar aquí un ratito. Quizá mejor debería decir que previstos e imprevistos se aliaron para obligarme a ejercer a tiempo completo mis responsabilidades de carne y hueso. Ha sido un ejercicio gratísimo que me ha llenado de paz y de alegría y que me ha enseñado muchas cosas.

Solo una humanidad sin carne ni hueso (pero sí con mucha alma) ha conducido mi pensamiento y mis emociones a otros confines durante este verano: la de la literatura. Me reencontré con el teatro de Buero Vallejo, con la narrativa de Galdós, de Óscar Wilde, de Sándor Máray, de Virginia Wolf… Y viví con sus personajes en otros lugares y en otros tiempos. Ay… ese ratito dedicado casi cada día a la lectura, tan íntimo y tan universal… Ficción para los sentidos y certidumbre para las emociones.

La última semana del verano, la pasada, fue de trabajo intenso, y cómo no, también de aprendizaje:

Aprendí que la amabilidad, la empatía, las emociones y los sentimientos positivos sirven para innovar en cualquier empresa y para distinguirse.

Que convivir es comunicar y que las relaciones comerciales también son comunicación.

Que competir no es machacar al otro, sino ser diferente al otro, distinguirse, ofrecer algo diferente a lo que ofrecen los demás.

Que ser creativo es saber conectar ideas, conocimientos, pensamientos.

Que muchos chinos no saben que existe España.

Que los rusos son fríos, pero amantes de las relaciones humanas y honrados. ¡Y que pagan siempre por adelantado!

Que Japón quiere ponerse de moda.

Que cada aprendizaje es un descubrimiento y es un encuentro.

La semana pasada me encontré con personas a las que había visto aquí, o en Facebook, o en Twitter y fue un placer. Y hoy es un placer volver aquí con tanta ilusión y tantas ganas de encontrarme con cada uno de vosotros. ¡Gracias por seguir aquí!

Un instante muy feliz de este verano: estoy con Pablo, con Blanca, con María...

Un instante muy feliz de este verano: estoy con Pablo, con Blanca, con María…

Pregón Fiestas de Laluenga 2013

He tenido el privilegio de ser pregonera de las Fiestas de Laluenga 2013. Este es el pregón que he leído hoy a las 12 horas desde el balcón del Ayuntamiento. 

Queridos vecinos, amigos y familia:

No hay honor comparable al que le otorgan a una en su propio pueblo, y ser pregonera de las fiestas de Laluenga es para mí el mayor privilegio que puedo recibir. No sé si lo merezco, pero me siento orgullosa, feliz y henchida de gratitud.

Laluenga está en el mejor punto del planeta, decía mi abuelo. Y yo sé que tenía toda la razón. Me asomo a la terraza y admiro nuestros campos, nuestro cielo, las montañas que otean envidiosas, el Pueyo, que nos ha reservado su cara más espléndida. Pozos, huertos, balsas, eras y caminos. Laluenga está en mí, como decía Borges, “igual que un poema que aún no he podido contener en palabras”.

Tenemos una historia milenaria y un rico patrimonio cultural. Nuestra hospitalidad proverbial acogió a San Antonio de Padua. De la fértil savia de Laluenga dimanan personajes tan ilustres como Basilio Paraíso, al cual debe mucho Aragón, España y hasta el comercio internacional. Pero lo que hizo más insigne a Paraíso a nuestros ojos fue que nunca se olvidó de su pueblo natal.

Esta tierra de Laluenga en la que se hallan clavadas nuestras raíces ha producido este año una cosecha como no se recuerda. ¡Y vamos a celebrarlo! Y vamos también a dar las gracias porque tal vez lo extraordinario de la siega se deba a las rogativas que las mujeres hicieron el año pasado. Es justo que demos las gracias como es justo que no olvide en este pregón a la patrona a la cual veneramos con nuestras fiestas: Santa María Magdalena.

Nos han hablado de la pecadora, de la arrepentida… María Magdalena fue una mujer que buscó desesperadamente el Amor y, cuando por fin lo encontró, fue la que más amó, la más fiel, la más entregada. Amó al humillado, al condenado, al moribundo, amó a Jesús hasta su trágica soledad en la muerte. No es extraño pues que sea patrona de Laluenga una mujer tan real, tan viva; un corazón de fuego al que le fue dado ver la Luz invencible.

Querido pueblo: La fiesta va a comenzar. Nuestra voluntad está dispuesta a dejarse subyugar igual que cuando comenzamos a leer una novela o estamos a punto de ver una gran ópera. Nuestro ánimo está presto a sumergirse en el alma de lo que le espera en estos días anhelados todo el año. La emoción nos arrebata. Belleza y misterio estallan y nos acercan, por unos días de eternidad, al absoluto, al sentido más profundo de la vida, ese que explica y justifica nuestra existencia.

Puesto que estamos en esta plaza, la plaza de nuestros recreos y de nuestros primeros bailes, permitidme que acabe con unas palabras de aquel a quien debe su nombre:

“El porvenir visto desde lo alto de la cuesta de la vida suele ofrecer perspectivas de vértigo. El porvenir es vuestro. Lo único que yo podría pediros es que lo encadenarais al bien, a la prosperidad y al engrandecimiento de este pedazo de tierra donde hemos recibido las primeras caricias, donde viven nuestros amores y donde reposan las cenizas de los que amamos y nos abandonaron”.

Por mi parte, lo único que voy a pediros es que disfrutéis, y que encadenéis el hechizo, la fraternidad, la emoción compartida de las fiestas, al engrandecimiento de este pedazo de pueblo que es mi mejor sueño.

¡Viva Laluenga!

¡Viva Santa María Magdalena!

PILARcOMISIÓN

Las causalidades efectivas

Quienes no creemos en la casualidad sino en las causas y los efectos aprovechamos cualquier circunstancia, por simple que parezca o por difícil o dura que sea, para seducir a los imprevistos y conseguir que se pongan de nuestra parte, aunque ello nos exija inventar nuevas historias y vivirlas.

Escribo sobre las elecciones al hilo de un taller organizado por Dircom al cual asistí hace casi dos semanas. Quise hacerlo justo al acabar, pero una faringitis me ha mantenido bajo mínimos durante todos estos días y ni para pensar me han alcanzado las fuerzas. Como la fiebre ya me acompañaba aquella mañana; había dormido mal y no me encontraba con demasiada energía, la primera elección consciente que hube de hacer fue entre acudir o no al taller. Opté por lo primero.

Nada más llegar me sorprendí gratamente con la presencia de una persona a quien sigo en las redes sociales y además admiro mucho: Juan Royo. ¡Buena decisión la primera de la mañana!

Para comenzar el taller, también tuvimos que escoger: tomar una frase de entre muchas que habían expuesto. A continuación, nos agruparon de acuerdo a criterios que desconocíamos y ¡me tocó jugar en equipo con Juan! También con Cristina y con Vanesa.

La parte teórica se presentó con la siguiente frase: “El primer ejercicio nos ha gustado porque elegir nos hacer felices”. No estoy muy de acuerdo con esa frase; yo la pondría entre interrogantes: ¿Elegir nos hace felices? Incluiría este verbo sin interrogantes en esta otra: “Estamos obligados a elegir”, o en esta: “No elegir no es una alternativa”.

Elegir nos hace felices solo a veces, otras veces nos hace perder el tiempo y hay ocasiones en las que elegir puede ser una forma de tortura. Sin embargo, no nos queda otro remedio que hacerlo.

Actuar es elegir y los seres humanos estamos constantemente optando, a veces de manera consciente y otras sin darnos cuenta. Nuestras elecciones se apoyan en los conocimientos que tenemos, en nuestras experiencias; pero también en la imaginación y en la intuición porque casi nunca tenemos todo el conocimiento que es necesario para elegir. Además, nuestros deseos y nuestras emociones intervienen también en cada preferencia.

Lo que nos hace felices no es, desde mi punto de vista, elegir; sino poseer todos los conocimientos necesarios para tomar la alternativa mejor. En caso contrario, elegir solo puede hacernos felices cuando de su resultado no depende nada verdaderamente importante.

Sin embargo, la necesidad de actuar va siempre más allá de nuestros conocimientos y de nuestra imaginación, aunque esta consiga trascender las apariencias inmediatas. Supuesto que nunca disponemos ni del saber ni de la invención que precisamos para diferenciar aquello que más nos conviene, el resultado de nuestras elecciones no es siempre exactamente el esperado. A veces es mejor (como me ocurrió el día al cual me he referido); otras, peor, y muchas, irreconocible de tan lejos que está de la realidad imaginada.

Todas nuestras elecciones están, pues, sujetas a cierto grado de incertidumbre e involuntariedad. Algunos lo llaman casualidad o azar. Otros pensamos que los acasos, lo inesperado, son causas cuyo efecto habrá de beneficiarnos por necesidad en un futuro más o menos lejano. A veces responden a un deseo íntimo que ni siquiera nos hemos atrevido a identificar.

Salí feliz de aquel taller: conocí a Juan; estuve con Mario, con Cristina, con Vanesa y con otros compañeros y amigos; aprendí y me divertí. Y concluí que el privilegio de mi gozo no se lo debía al azar, sino a mi buen tino a la hora de avanzar en ese “laberinto de los efectos y de las causas”, donde, como decía Borges, “la razón no cesará de soñar”.

P1000472

Arte y redes sociales

Regresábamos a casa después de pasar la “Noche en blanco” en el Museo Ibercaja cuando una radiante luna llena nos sorprendió sobre la fachada del Teatro Principal. Eran las dos de la madrugada del segundo día del verano y el paseo Independencia de Zaragoza olía a azahar y a chocolate caliente.

“Salimos de una exposición y vemos el mundo de manera distinta, vemos cosas que hasta entonces no habíamos visto” (Carles Ulises Moulines). Leí esta frase precisamente esa misma tarde en un libro sobre Imaginación científica. Ciertamente, los artistas nos presentan los objetos bajo una luz distinta. Por otra parte, situarnos ante la belleza del arte, en cualquiera de sus manifestaciones, abre nuestra mente y nuestro espíritu y nos enriquece.

Una facultad similar a esa maravillosa virtud del arte la tiene la comunicación, las relaciones humanas, y, de manera especial, la comunicación con personas a las que acabamos de conocer o que apenas conocemos.

Las redes sociales nos permiten descubrir nuevos objetos, nuevos hechos, nuevos gustos, nuevos intereses, nuevas formas de vida y nuevos puntos de vista que en ocasiones se asemejan a los nuestros y en otras son del todo opuestos. Podemos elegir a quién leemos, con quién nos relacionamos (independientemente de dónde se encuentre), y algo que siempre ha sido tan complejo como la comunicación se convierte, gracias a Internet, en algo sencillo incluso para los más tímidos. Sencillo y, en la mayoría de las ocasiones, altamente gratificante.

Escribí más abajo un artículo sobre Miquel Fuster, el dibujante que fue mendigo. Una de las conclusiones que extrajo de esta dura circunstancia fue que en el mundo hay “mucha más gente buena que mala”.

Las redes sociales son un éxito rotundo precisamente por esa afirmación de Fuster. Las malas experiencias de comunicación en el entorno de las redes sociales son excepciones; de lo contrario, ya no seguiríamos allí. Confieso que, a mí, estos cauces informáticos a través de los cuales nos hacemos partícipes unos a otros de opiniones, de logros, de sentimientos, etc. me han proporcionado muchas alegrías. Me ayudan a conocer un poquito más el mundo y a la humanidad, y, por tanto, a amarla más, con toda su fuerza y su fragilidad (y con toda la mía), porque solo es posible amar aquello que se conoce. Puedo decir de las Redes lo mismo que Carles Ulises Moulines de las exposiciones: salgo de Facebook (o de Twitter) y veo el mundo de manera distinta, porque he visto cosas que hasta entonces no había visto.

En la “Noche en blanco” de este año se combinaron el arte y las redes sociales de manera especialmente grata: cuando me despedía de la directora del Museo, un hombre se acercó a saludarme:

–No sé por qué circunstancia, pero somos amigos en Facebook –dijo.

Confieso que yo tampoco sé por qué circunstancia. Tengo amigos en esta red a los cuales no conozco en otro entorno. ¡Y ahí está la maravilla! Para comunicarme con mis amigos tengo el teléfono, el whatsapp, el email… Las redes son un canal más. Sin embargo, para comunicarme con el mundo tengo las Redes y la Literatura. Y ambas me parecen sendas formas de arte (salvando las distancias) porque las dos exigen esfuerzo, cariño y sensibilidad.

Me hizo muy feliz que un amigo de Facebook se acercara a saludarme. No sé si fue por eso, por la música del cuarteto de cuerda o por haber estado contemplando la obra de Goya, pero después percibía el olor a azahar con mayor placer e intensidad.

 

Al salir del Museo. En el Paseo Independencia.

Al salir del Museo. En el Paseo Independencia.

 

 

 

El soneto de Quevedo es la solución policial, metafísica, al enigma de «Pétalos de luna» (Por Mariano Gistaín)

Pétalos de luna condensa la justicia del amor y el desamor, quizá la justicia del universo, que es inaccesible pero a veces se puede intuir. El que engaña queda atrapado en su mentira, y esto le condena y al mismo tiempo le redime, pues para él su mentira es la única verdad. Vive en ella y vive en el mundo real, donde su mentira provoca un dolor que trasciende la novela.

Noelia consigue ser amada sobre todas las cosas, más allá del tiempo y la cordura.

Ha pagado un precio muy alto, al menos desde la perspectiva de los vivos. Los dos triunfan más allá de la muerte en su fracaso compartido.

Héctor no reconoce su fracaso, sus mentiras y su culpa. El mundo ha de ajustarse a sus designios, que quizá son los de Noelia: ella lo buscó, lo sacó de la nada, lo invoca y le hace vivir doblemente. ¿Quién se hubiese resistido?

Desde ese primer encuentro, cuando ella lo seduce –en la presentación de un libro–, Héctor no es dueño de su vida. Los demás, los pretendientes, con mucho menos motivo (utilizados como cebo, como consuelo, como pasatiempo), aún no se han recuperado. La anhelan, se culpabilizan, la esperan.

Clara, la narradora y amiga íntima de la protagonista, escribe un libro por encargo, la novela contiene un informe. Clara abre una investigación que llegará hasta el final, que es donde todo comienza de nuevo. El final es el principio, el final está en la conciencia de cada lector, que cancela estas vidas o las incorpora a su continuum de ficciones y realidades, a menudo indistinguibles. (A veces veo llegar a Noelia a las citas del parque. La veo salir de la fuente como la dama del lago).

La novela lleva dentro un diario y el diario contiene los emails impresos. Los cuadros de Noelia siguen colgados en las paredes y los libros se abren al azar de los días o se aprietan en sus bits, por las estanterías: el soneto de Quevedo “Amor constante más allá de la muerte” es la solución policial, metafísica, al enigma de Pétalos de luna. El diario de Noelia escribe desde dentro la novela. El diario formatea el presente más allá de la muerte.

Clara, cuya vida ha sido suspendida en ese limbo del paro, en esa invisibilidad de la ausencia de amor, tiene que convivir con la evidencia de que todos los testigos siguen enamorados de su biografiada y amiga: Noelia está más viva que ella, pues los pretendientes la siguen deseando, la añoran, la viven o viven en ella. ¿Cómo acercarse ahora al parque donde Héctor la espera o a esa estación de Delicias que acaso ha sido erigida como un mausoleo que pueda acoger el vestíbulo que propicie su llegada?

Condenados a vivir eternamente sus vidas normales, sus vidas sin ella, los enamorados se resignan a frecuentarla en la misma novela que da testimonio de su marcha irremediable (a veces la veo llegar a las citas del parque).

Un fragmento de «Yaya Fina y la cadiera de San Antonio» (primera novela de Mariano Gistaín y María Pilar Clau)

Doña Fina reunió a sus tres nietos en una chocolatería de Zaragoza: a Lucía, de once años, y a Toño, de siete (descendientes ambos de su hijo Antonio), y a Siansey, hija adoptiva de su primogénita, Marisa. Era el primer encuentro de la abuela y sus dos nietos pequeños con Siansey, pues Marisa rompió toda relación con su madre y con su hermano en el mismo instante en que le entregaron a la niña, cuando esta era todavía un bebé.

Sin embargo, ahora Siansey estaba a punto de cumplir quince años y Fina necesitaba revelarle una verdad que no podía ocultar por más tiempo. El destino de la humanidad dependía de que la joven conociera y aceptara esa verdad. Con la ayuda de sus otros dos nietos, consiguió verla a escondidas.

–Siansey, tú sabes que nuestra familia desciende de Laluenga, y que es allí donde está mi casa; mía y vuestra –dijo Fina.

–Mamá me habló una vez de Laluenga –recordó Siansey.

–Una noche de 1613, un peregrino llamó a la puerta de esa casa. Nuestros antepasados lo acogieron, compartieron con él su cena y le ofrecieron una cama donde descansar. Él agradeció la hospitalidad, pero prefirió dormir en la misma cadiera en la que se había sentado junto al fuego. Cuando los demás le dieron las buenas noches, el forastero les desveló que era San Antonio de Papua –refirió Fina a su nieta.

–¿Qué es una cadiera? –interrumpió Siansey.

–¿No lo sabes? Pues yo soy más pequeño y lo sé –respondió Toño.

–¿Es lo que dibujasteis en la carta? –preguntó de nuevo Siansey.

–La dibujé yo –afirmó Toño.

–Pues por eso no sé qué es una cadiera –replicó Siansey mientras se reía y acariciaba cariñosamente la cabeza de su primo.

–Una cadiera es un banco de madera –intervino Lucía.

–A la mañana siguiente –continuó Fina–, cuando se despertaron, el peregrino se había marchado; pero no sin agradecer la hospitalidad de nuestra familia. Nos dejó un don: curar. Ese carisma se viene transmitiendo de generación en generación a través de las mujeres. Solo ellas pueden ejercerlo.

Dibujo de Marina Prieto Clau (2008)

Dibujo de Marina Prieto Clau (2008)

‘Pétalos de luna’, el misterio de los corazones (Mariano Gistaín)

Pétalos de luna es una novela de acción trepidante: una acción que se desarrolla interiormente en cada uno de los personajes y que es tan poderosa que domina la realidad, la crea. Pétalos de luna pone de manifiesto el extraordinario poder de las emociones: tanto para alcanzar objetivos como para hundirse en abismos insondables si uno se deja arrastrar por ellas.  Noelia Duch deja escrito en su diario que muere de amor y se pregunta si pudo haberlo evitado: ¿El amor o la muerte? Puesto que ella ya no está a tiempo de salvarse, emplea sus últimos suspiros para pedirle por escrito a su mejor amiga que escriba la historia de amor que la ha conducido a este fatal desenlace. Está convencida de que sus errores,  sus decisiones equivocadas, servirán para que otras personas comprendan lo arriesgado que es amar como ella amaba, esperar como ella esperaba. Su amiga, Clara Barrabés, lee la petición diez años después. Los remordimientos que estos diez años han logrado aplacar irrumpen con toda violencia en el alma de Clara.  Noelia Duch deja escrito que muere de amor, pero algunos no la creerán.

 

Pétalos de luna, de María Pilar Clau, es una novela sin trampas: te cuenta todo desde la primera página. Te da el plan de la obra, el índice. Entonces, ¿qué es lo que mantiene el interés? No lo sé. Hay una trama, una intriga, pero desde el principio se sabe el final. Quizá es que la novela contiene un enigma en cada página, como acertijos ocultos en la sustancia de la prosa, en las tensiones invisibles de las palabras, tan importantes en la novela. Pero no se trata de juegos de palabras o de texto poético, embellecido o rebuscado: es algo más misterioso, quizá el mismo hechizo del lenguaje ante una pasión desgarrada. Si la literatura y el arte son las vías para explorar el misterio del alma humana, Pétalos de luna es una obra maestra. No parece que la autora haya querido complacer las modas ni satisfacer las tendencias de los tiempos, sino contar una historia que reclamaba salir y conjurar un peligro que siempre acecha. En ese sentido es un manual de instrucciones que alerta ante el peligro de los sentimientos y las emociones que se desbocan hacia la persona equivocada. Cada palabra actúa sobre el mundo, cada pensamiento crea el mundo, cada emoción conmociona el universo.

Por lo demás la novela refleja muy bien la distopía interior de 2011, donde ya se había decretado la estampida general y el caos reinaba en los corazones.

Mariano Gistaín

Optimismo. El arte de vivir

El optimismo es la forma de comunicación más cordial, eficaz y próspera posible que uno puede establecer consigo mismo. Al hablarse y escucharse de este modo, uno se reconoce autor de su propio destino, artista en cuyas manos se encuentra la habilidad de embellecer la vida que está por venir.

La Asociación Cultural San Roque de Pallaruelo de Monegros me pidió que diese una conferencia en sus jornadas culturales. El tema lo dejaron a mi elección. Me sentí doblemente halagada: por la estimación y por la confianza, y busque el mejor tema que podía ofrecerles.

En mi biografía de Twitter digo que soy “Escritora, periodista y casi siempre optimista”. Y digo “casi siempre” porque a veces no consigo serlo o, sencillamente, no me da la gana (también soy un poco tozuda conmigo en ocasiones). Sin embargo, confieso que, cuando lo soy (optimista quiero decir ahora), obtengo todas las cosas buenas que en algún momento de mi vida me he atrevido a soñar.

Y, puesto que conozco ese código y tengo cierta experiencia en formularlo y comprenderlo, decidí que fuera este el tema de mi conferencia. “Optimismo. El arte de vivir”, la titulé.

Me acompañó en la mesa Mariano Gistaín, quien se ocupó de ir ilustrando la conferencia con retazos de historias personales y notas de humor que arrancaron las risas del público. Tuvimos un público de lujo y un presentador extraordinario: Paco Lasierra, el gran cantador de jotas conocido y reconocido como el Chato.

Gracias a Lourdes Alcubierre y a todos los miembros de la Asociación Cultural  San Roque, y a todos los vecinos de Pallaruelo de Monegros que asistieron a la conferencia. Fue una tarde preciosa.

Para blog

Parafb2

Parafb

Juegos sucios

Ana se quedó en paro hace tres años y recientemente se estableció como autónoma. Es una diseñadora excelente; creativa, meticulosa y, además, una persona encantadora. Ha obtenido varios premios por sus diseños, y su trabajo siempre fue muy bien valorado en las empresas en las desarrolló su trayectoria profesional hasta que se quedó en paro. Está acostumbrada a trabajar en equipo, a colaborar y a conseguir de todos y, por supuesto, de sí misma, el mejor resultado que se puede obtener de un trabajo.

Pero, ay… aquellas buenas costumbres que teníamos…

Uno de sus clientes es una empresa de publicidad. El jefe está encantado con Ana, pero con quien ella tiene que vérselas cada semana es con Isabel, la diseñadora que hace tres años firmó un contrato fijo con la empresa.

Ana puso todos sus conocimientos y su imaginación al servicio de aquel primer boceto que tenía que entregarles. Isabel, más que poner, sacó: sacó todas las faltas que es posible sacar a un trabajo: el color era inadecuado; las formas, ridículas; el tamaño, grande en exceso; las líneas no iban a gustar a nadie; el mensaje no transmitía nada… Todo se lo dijo a voz en grito delante de los compañeros que trabajan con ella e incluso de algunos clientes que se encontraban allí en ese momento. Entre vituperio y vituperio, bajaba el tono de voz y variaba su expresión facial para intercalar a modo de estribillo: “A ver… que, por lo demás, está guay”.

A este vilipendio siguieron otros: a Ana le tocó asistir a reuniones en las que se sometían sus ideas al juicio injusto de los otros, que intercambiaban sonrisas de confabulación con Isabel cada vez que ella abría la boca. Gastó en ese trabajo horas de noche y de día; hizo, deshizo y volvió a hacer de nuevo a capricho de Isabel. Y lo que le resultó aún más despiadado que las humillaciones: tuvo que dejar al margen sus conocimientos, su imaginación, su punto de vista, sus gustos, su entusiasmo… y, en definitiva, su alma, eso que hace vibrar en silencio al alma que contempla después el trabajo acabado.

Isabel se ocupa de llamar a Ana cuando la empresa necesita de sus servicios, pero se ocupa poco, y cuando pasa demasiado tiempo sin que Ana reciba ninguna llamada, ella misma da el paso. Sucede entonces que Isabel comienza a exigirle de manera desproporcionada ideas, bocetos o lo que se le ocurre; trabajos absurdos y sin ningún sentido. Y así, entre el desprecio, el vacío y las inundaciones de trabajo, transcurre la relación profesional de Ana en esa empresa. Y no es muy distinto ese trato del que reciben otras personas que conozco; con el agravante, en algunos casos, de que quienes así humillan son a veces antiguos compañeros.

La neurociencia ha confirmado que el cerebro humano es un cerebro social y que estamos vinculados unos a otros. Pero esa ligazón no consiste en humillar, porque entonces habremos destruido nuestra humanidad.

En esta crisis se está jugando demasiado a la humillación, sin contar con que los seres humanos tenemos sentido de la justicia y no estamos dispuestos a que se nos humille. La sabiduría moral consiste precisamente en este sentido de la justicia y todos somos igual de dignos de respeto.

Se juega también a la competitividad, pero la competitividad no es un juego, y uno tiene que convertirse en excelente compitiendo consigo mismo y no con los demás. La excelencia se logra con la cooperación, y la ausencia de esta solo trae conflictos. A un profesional, sea del ámbito que sea, se le supone una enorme competencia y su deber es ponerla al servicio de su profesión. Flaco favor le hace a la profesión, y se hace a sí mismo, aquel cuyo único objetivo es apagar a aquellos que brillan más que él.