Pétalos de luna condensa la justicia del amor y el desamor, quizá la justicia del universo, que es inaccesible pero a veces se puede intuir. El que engaña queda atrapado en su mentira, y esto le condena y al mismo tiempo le redime, pues para él su mentira es la única verdad. Vive en ella y vive en el mundo real, donde su mentira provoca un dolor que trasciende la novela.
Noelia consigue ser amada sobre todas las cosas, más allá del tiempo y la cordura.
Ha pagado un precio muy alto, al menos desde la perspectiva de los vivos. Los dos triunfan más allá de la muerte en su fracaso compartido.
Héctor no reconoce su fracaso, sus mentiras y su culpa. El mundo ha de ajustarse a sus designios, que quizá son los de Noelia: ella lo buscó, lo sacó de la nada, lo invoca y le hace vivir doblemente. ¿Quién se hubiese resistido?
Desde ese primer encuentro, cuando ella lo seduce –en la presentación de un libro–, Héctor no es dueño de su vida. Los demás, los pretendientes, con mucho menos motivo (utilizados como cebo, como consuelo, como pasatiempo), aún no se han recuperado. La anhelan, se culpabilizan, la esperan.
Clara, la narradora y amiga íntima de la protagonista, escribe un libro por encargo, la novela contiene un informe. Clara abre una investigación que llegará hasta el final, que es donde todo comienza de nuevo. El final es el principio, el final está en la conciencia de cada lector, que cancela estas vidas o las incorpora a su continuum de ficciones y realidades, a menudo indistinguibles. (A veces veo llegar a Noelia a las citas del parque. La veo salir de la fuente como la dama del lago).
La novela lleva dentro un diario y el diario contiene los emails impresos. Los cuadros de Noelia siguen colgados en las paredes y los libros se abren al azar de los días o se aprietan en sus bits, por las estanterías: el soneto de Quevedo “Amor constante más allá de la muerte” es la solución policial, metafísica, al enigma de Pétalos de luna. El diario de Noelia escribe desde dentro la novela. El diario formatea el presente más allá de la muerte.
Clara, cuya vida ha sido suspendida en ese limbo del paro, en esa invisibilidad de la ausencia de amor, tiene que convivir con la evidencia de que todos los testigos siguen enamorados de su biografiada y amiga: Noelia está más viva que ella, pues los pretendientes la siguen deseando, la añoran, la viven o viven en ella. ¿Cómo acercarse ahora al parque donde Héctor la espera o a esa estación de Delicias que acaso ha sido erigida como un mausoleo que pueda acoger el vestíbulo que propicie su llegada?
Condenados a vivir eternamente sus vidas normales, sus vidas sin ella, los enamorados se resignan a frecuentarla en la misma novela que da testimonio de su marcha irremediable (a veces la veo llegar a las citas del parque).