Hoy he recibido una llamada que me ha conmovido: era una mujer que está leyendo “Pétalos de luna”. Se identifica tanto con los personajes y con las situaciones de la novela que su lectura le produce un desconcierto inaudito. Apenas nos conocemos y, no obstante, entre lágrimas, me ha contado su historia; me ha hablado de su amor y de su dolor. Sus palabras se mezclaban con el llanto y a veces me costaba entenderla; pero sí he comprendido que es una grandísima mujer.
Escribo con el corazón encogido y con los ojos nublados. Dos llantos distintos pujan por brotar: el de mi compasión por su dolor, y el de la emoción que me han proporcionado las cosas tan bonitas que me ha dicho de la novela.
Además de por el puro placer de escribir, escribí “Pétalos de luna” con dos objetivos: primero, que los lectores disfrutaran de cada frase, y segundo (aunque tal vez debería ponerlo en primer lugar), que cada uno encontrara en ella aquello que necesitara: consuelo, esperanza, comprensión, un pequeño asidero, un empujoncito, etc.
De sus personajes aprendí algunas cosas: que en todo momento tenemos la posibilidad de decidir; que si no nos entretuviéramos en juzgar, avanzaríamos más y en la dirección y el sentido más correctos; que cuando nuestro objetivo es ocasionar dolor a otro acabamos causándonoslo a nosotros mismos; que la vida no viene con el libro de instrucciones, pero sí que viene con el de las soluciones, y el precio de este último es obrar de manera honrada y tener un poquito de paciencia.
La mujer que me ha llamado cree que no es casualidad que esté leyendo «Pétalos de luna». Yo tampoco lo creo. Como tampoco creo que tú estés leyendo esto por casualidad.
Yo tampoco creo en las casualidades. Todo ocurre por algún motivo. Espero que esa persona, llena de sensibilidad, encuentre consuelo.
Yo también lo espero y, además, estoy segura de ello porque me he dado cuenta (ya lo sospeché el día que la conocí) de que es una gran mujer.
Muchísimas gracias por tu comentario, José.
Nos cuentan las escrituras sagradas que Dios creó los cielos y la tierra por medio de su palabra. Quienes amamos la literatura, comprendemos la influencia de las letras en nuestro pensamiento.
lo cierto es, que las palabras contienen un gran poder, y cuando son usadas para bien, sanan el alma.
Al conocer, María, cuáles fueron tus motivaciones al escribir este libro, no me sorprende el efecto que causó
en esta señora: En adelante, historias de este tipo te seguirán sorprendiendo..!
Gracias, Ignatius, por tu comentario. Me gusta mucho. Yo también creo en el poder creador de la palabra; por eso pienso que es muy importante usarla bien, como tú dices, y pensar muy bien lo que se dice. Un fuerte abrazo.
Que razon tienes, a veces achacamos las cosas al destino y desde luego no todo en la vida se puede controlar. Pero algunos aspectos los elegimos y el dolor y el amor de las relacciones lo pusimos nosotros en nuestro camino o lo apartamos. En cualquier caso, para poder decir que has vivido tienes que vivir. Un saludo y enhorabuena por esta fantastica novela. Yo tambien estaba alli el dia que te dieron la noticia.
Muchísimas gracias, Merche. Cada vez que alguien me dice algo de la novela me acuerdo de cada uno de los que estabais allí ese gran día.
Me encanta eso que dices: «para poder decir que has vivido tienes que vivir». Un abrazo fuerte.
Bonitas palabras Pilar. Si te sirve de algo, te diré que yo no creo en las casualidades y te entiendo cuando describes los sentimientos que te embargaban al escribir. A mí me encanta hacerlo y aunque cada día tengo menos tiempo, sé lo que es llorar mientras escribes una historia. Enhorabuena y espero que me firmes tu libro algún día.
Muchísimas gracias, querida Beatriz, por este comentario. Seguro que tampoco será una casualidad que nos hayamos conocido. Un abrazo fuerte.