Hace pocos años restauraron la Iglesia de Laluenga. Como el tiempo de las obras se preveía largo, los santos no podían estar guardados en cualquier parte porque corrían el riesgo de estropearse. Los vecinos, siempre tan dispuestos, decidieron llevárselos a sus casas y se los repartieron según las preferencias o la devoción de cada cual. Santa Águeda estuvo la mía durante dos años (desde 2009 a 2011). Mi sobrino Pablo, que tenía seis meses cuando la vio allí por primera vez, todavía la echa de menos y espera que algún día nos la devuelvan.
Igual que nosotros no hemos olvidado el tiempo que estuvo con nosotros, sabemos que ella tampoco.
Igual que nosotros no hemos olvidado el tiempo que estuvo con nosotros, sabemos que ella tampoco.
Que gran sensibilidad y devoción,María Pilar, ha sido una estupenda decisión él conservar un patrimonio rico de historia y arte,enhorabuena por la decisión,hermosa imagen de Santa Agueda,un abrazo María Pilar.
Muchas gracias, Antonio. Santa Águeda es especial para mí. Y es verdad que es una imagen preciosa. Un abrazo.