¿Alguien recuerda todavía las barajas de familias? Abuelo bantú, madre china, hija árabe, padre tirolés… Cuánto me gustaba jugar con aquellos naipes cuyos unos personajes, todos ellos alegres, trabajadores y valientes, parecían ponerse contentos cada vez que llegaban a mis manos y me decidía a completar su familia. Además de divertirme mucho, gracias a esa baraja supe que existían los bantúes, que los tiroleses tocaban instrumentos musicales, o que los esquimales pescaban en el hielo.
El Encuentro Internacional que Aragón Exterior (Arex) ha celebrado esta semana en Zaragoza evocaba ese delicioso juego. La cita ha reunido a los delegados que Arex tiene en distintas partes del mundo (China, Argentina, México, Sudeste asiático, Bulgaria, Rusia…) y que se ocupan de acompañar en el país de destino a las empresas aragonesas que desean abrir nuevos mercados en el extranjero. Más de mil empresarios han acudido estos días a entrevistarse con ellos y a conocer las ventajas y desventajas que les ofrecen las particularidades de cada territorio.
Los delegados, tan encantadores como los personajes de aquella baraja, han pasado tres días consecutivos atendiendo uno tras otro a todos los empresarios que lo solicitaban. Gracias a ellos he sabido que en Malasia se construye sin parar; que apenas existe el paro en los países del Sudeste asiático; que los indonesios son coquetos y que les gusta la perfumería y la ropa; que México es un proveedor estratégico para EEUU e Iberoamérica en el sector del automóvil, y que es el principal exportador de pantallas planas de televisión en el mundo y el tercer país exportador de teléfonos móviles; que hay catorce millones de judíos en el planeta y la mitad viven en Israel; que Turquía es un país olvidado por las empresas de la Unión Europea a pesar de sus cien millones de consumidores y de las grandes oportunidades de negocio que ofrece, etc.
Cuando creó la baraja de familias, Félix Alfaro Fournier, que llevaba décadas fabricando “baraja española”, ya estaba “familiarizado” con el éxito internacional. Quizá con aquellos naipes tan innovadores quiso, como buen hombre de cartas, hacer un guiño a los niños-futuros empresarios de aquella generación: el juego-negocio no estaba solo en su país sino en el mundo. Justo lo que han venido a decir los delegados.
PD. Yo les doy la razón. De momento, mi novela “Pétalos de luna” ya la compran todo el mundo.