Dice Luis Alegre que dice Fernando Trueba que la verdadera amistad se pone de manifiesto en las alegrías más que en las penas. Según él (Trueba), resulta más o menos fácil saber cómo comportarse cuando el amigo está pasando por un mal trance (con una visita, un acompañamiento, una llamada, un mensaje, etc.) que cuando vive un acontecimiento que le proporciona extraordinaria felicidad. Es precisamente en esta última circunstancia cuando los buenos amigos demuestran que lo son y cuando las personas que quieren prueban que quieren de verdad. Es más fácil fingir un gesto de tristeza que uno de alegría cuando no se siente de manera sincera.
Recientemente, la profesora Adela Cortina habló en Zaragoza (su conferencia me gustó mucho y hablaré otro día de ella) de la compasión, de esa capacidad que tenemos los seres humanos de padecer unos con otros. Decía ella que la falta de compasión está destruyendo nuestra humanidad y afirmaba que las clases mejor situadas han tenido poco en cuenta el sentido de la compasión. Yo opino que, si bien no es cuestión de clases, sino de personas, no le falta razón. Y añadiría que una buena parte de quienes durante esta crisis larga y feroz han conseguido mantener o mejorar sus puestos de trabajo no han tenido tampoco, ni tienen, compasión alguna por quienes lo han perdido.
Sin embargo, no solo la ausencia compasión está destruyendo nuestra humanidad; también la ausencia de congratulación. En un tiempo en el que la palabra “competitividad” se ha apoderado no solo de los discursos económicos, sino de las mentes, y estas, a su vez, de los corazones, la competitividad ha logrado aplastar la compasión y, con más ahínco si cabe, la congratulación, esa facultad humana de sentir alegría y satisfacción con la persona a quien ha acaecido un suceso feliz. Eso que Trueba considera tan difícil de expresar cuando no se siente de verdad.
La comunicación, comunicar, es transmitir y recibir señales utilizando un código común, es intercambiar información y sentimientos. Comunicación es unión, es trato… La compasión y la congratulación son parte primordial de ese código que tenemos los seres humanos para vivir como tales. Si perdemos nuestra aptitud para experimentar y para expresar cualquiera de estos dos sentimientos, habremos perdido nuestra autenticidad como seres humanos y la potencia física y moral de comunicarnos de manera plena.
(La foto es de Francisco Navarro – http://clubetiquetanegra.com/