“Hay un tiempo para todo y todo lo que sucede debajo del sol tiene su momento”. Tiempo de sembrar y tiempo de recoger. Tiempo de escuchar y tiempo de hablar. Tiempo de leer y tiempo de escribir. Todo es hermoso en su tiempo y todo tiene su beneficio.
Ha sido este un esmerado tiempo de siembra, de escucha, de lectura y de silencio. Por eso no he escrito mucho aquí. La comunicación también exige silencio, observación y reflexión.
He aprendido (y aprendo) de la agricultura (tengo la fortuna de tenerla muy próxima) las mejores lecciones; las más elementales y las más sublimes. La agricultura contiene la esencia de toda la sabiduría. Es un estímulo para mí observar el trabajo del agricultor. Cuando siembra, va al campo antes de que salga el sol y no regresa hasta que la bóveda celeste muestra con precisión cada una de las estrellas.
El esfuerzo, la calidad de la semilla, las condiciones de la tierra que la recibe, el tiempo, etc. son las claves de una buena siembra. Después se ha de esperar unos meses para recoger aquello que ha sembrado.
Con la comunicación sucede algo semejante: el esfuerzo del emisior, la calidad del mensaje, las condiciones del receptor o receptores, el canal, el momento… Todo ha de ser cuidadosamente elegido. Y, como sucede con la siembra, también es necesario un tiempo de espera para recoger los frutos.
Aquí estaré para compartirlos con todos.