Si el profesor Indiana Jones, héroe entre los héroes, puso de manifiesto que la arqueología puede ser una aventura; el profesor Antonio San Román, protagonista de “Vivir es fácil con los ojos cerrados”, muestra que el inglés también puede serlo. La película de David Trueba me recuerda en muchos momentos a la de Steven Spielberg “Indiana Jones y la última cruzada”, no solo por el desierto de Tabernas de Almería, lugar elegido para los dos rodajes, sino porque hallo muchas similitudes entre ambas.
Indiana Jones se lanza a la aventura de encontrar a su padre, desaparecido mientras buscaba una pista de la ubicación del Santo Grial; Antonio San Román, a la de encontrarse con John Lennon, desaparecido mientras se buscaba a sí mismo. Ambos parten con textos incompletos: Jones, con la mitad de una tablilla de arenisca en la cual (en la completa) hay un escrito en latín que describe el lugar donde se esconde el Santo Grial; San Román, con un cuaderno de letras de canciones de los Beatles a las que les faltan algunas palabras o frases que no ha conseguido reproducir.
No son, ni el uno ni el otro, héroes al uso, superhombres que salvan al mundo. Pero para ser un héroe no es necesario tener poderes extraordinarios, basta con ser una persona buena, creer en unos ideales e intentar hacer lo mejor por los demás. Ambos personajes reúnen estos tres requisitos.
Igual que Harrison Ford parece haber nacido a la medida de “Indiana Jones”, y que nadie mejor que Steven Spielberg habría podido dirigir esta saga; tras ver “Vivir es fácil con los ojos cerrados”, es difícil imaginar a otro actor protagonista que no sea Javier Cámara, y solo David Trueba ha podido hacer de Antonio San Román el héroe puro por excelencia. Una no puede dejar de preguntarse qué habría sido de los dos adolescentes que le acompañan si él no se hubiera cruzado en su camino.