Después de que me atacaran unas fiebres virulentísimas que me han tenido postrada catorce días y otros siete entre aturdida y exhausta, justo el primero en que me por fin me despierto con algo de energía y me dispongo a empezar la semana con fuerzas renovadas (y apenas nacidas), otro virus acecha a la vuelta de la esquina.
Me siento delante del ordenador, abro el correo y ¡estupendo! veo el mensaje que estaba esperando hace unos días.
Hola,
Echa un vistazo a estos accesorios que le envié a través de los documentos de Google. Para el acceso inmediato CLICK AQUI y firmar con su correo electrónico.
Respetuosamente,
Extrañamente respetuoso me ha parecido, pero como lo que importaba eran los documentos, me he lanzado a por ellos. Y allí, justo allí, me estaba esperando. A mí no me dañado esta vez, será que me inmunicé con las fiebres, pero ¡ay! el email infectado ha ido a parar a todos las direcciones que estaban en mi cuenta. Se me ha aparecido en forma de unos chalets en venta que no sabría decirles si bonitos o feos, si caros o baratos… porque en cuanto los he visto he empezado a temblar. No era eso lo que yo esperaba.
Al cabo de un par de horas, he comenzado a sentir el efecto del virus en forma de múltiples mensajes que me traían diferentes tonos y maneras: los había simpáticos, turbadores, profesionales, largos y amables, escuetos, generosos, indulgentes, asustados, geniales, secos, temerosos, comprensivos, cariñosos, emocionantes… Los emails se alternaban con whatsapps que, igual que los anteriores, comunicaban lo mismo de diferentes modos (estos, en general, más escuetos, aunque más repetitivos, y bastante graciosos), y también con algunas llamadas (todas ellas profesionales y entrañables, sobre todo, muy entrañables).
Pasado el día, he acabado alegrándome de haber abierto esos falsos documentos porque me han brindado la posibilidad de hablar con personas con los que hacía tiempo que no hablaba, de recordar a otras que es una suerte tener entre mis contactos, de consolar, de emocionarme, de conocer más cosas sobre algunos y algunas en concreto y, en general, de saber más cosas sobre el género humano. ¡Y hasta ha habido quien ha aprovechado la ocasión para concertar conmigo una cita profesional! ¡Vivan los que saben vivir y ver las oportunidades en un virus! ¡También me ha servido para ganar algún seguidor en Twitter y en mi página de Facebook! Y para pensar que también de las fiebres he debido de sacar algo bueno. Y… así fue, en efecto, perdí unos kilos, recibí muchos mimos… y hoy, que he estrenado nuevas fuerzas, me he dado cuenta de lo importante que es apreciarlas, aprovecharlas y no olvidarnos de cuidarlas cuando las tenemos.
Gracias a todos los que me habéis escrito o llamado con tanto cariño después de recibir el virus.
Hola María Pilar,lamento mucho que hayas enfermado tan fuerte,menos mal que lo vas superando,te deseo una pronta recuperación,en la foto tienes una bonita sonrisa y estas guapa como siempre.Señal que estas feliz,eres motivo de gran inspiración con tu sabiduría,menudo aluvión de mensajes tenías en tu e-Mail y más un quebradero de cabeza virus en ordenador,ante todo sánate,recibe un querido abrazo de Antonio.
Muchas gracias, Antonio, por tus buenos deseos y por tus palabras tan reconfortantes. Otro abrazo.