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El encanto de lo escrito

Las palabras escritas son mágicas. Lo dice uno de los expertos internacionales más destacados en el ámbito de la psicología cognitiva y el lenguaje, Manuel Carreiras. Y lo dice porque cuando las vemos, no podemos hacer otra cosa sino leerlas.

Los mensajes que nos llegan a través de la lectura resuenan más en el cerebro que los mensajes que oímos; tienen la capacidad de alcanzar nuestro subconsciente e influir en él. Las palabras poseen un extraordinario poder para conseguir nuestros objetivos. Son imprescindibles para atraer la atención y para seducir. Manejar bien el lenguaje escrito hace que saquemos lo mejor de nosotros mismos.

La escritura es el escenario donde el pensamiento se serena. Es un acto comprometido con la sociedad, con la actualidad. Nos obliga a articular nuestra inteligencia, nuestro pensamiento. El esfuerzo por expresar por escrito mejora la imaginación y la creatividad. Los secretos de la escritura nos hacen más eficaces en el desarrollo de los planes y en el logro de nuestros propósitos. Las palabras son las mejores opciones para cambiar el curso de una idea, de una empresa. La escritura engrandece o empobrece los proyectos y la imagen de las personas. La destreza estilística y la estrategia narrativa son tan importantes para la buena marcha de una empresa como lo son las ideas y los números.

Me infunde un gran entusiasmo el dar este curso de Escritura en el IAF. Es, sin duda, mi materia favorita. Aspiro a persuadiros de que si os empeñáis en aprender a escribir bien vuestra vida se expandirá de forma insospechada tanto en lo personal como en lo profesional.

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Antón Castro, un género literario indispensable

Si Esteban, el hijo de Sabela, hubiera nacido en Macondo, habrían sido más de cien los años de soledad. Porque después de leer y aprender El Libro Rojo, Esteban era “capaz de arreglar las mayores catástrofes, de curar las más punzantes y dolorosas heridas y de vivir las aventuras más increíbles”. Nada había imposible para él. Sin embargo, este niño de pelo rubio que «empezó a andar antes de los ocho meses y aprendió a hablar de inmediato y pronunciando con mucha perfección la erre» nació en Baladouro y es esta aldea la que se propone salvar de la feroz tormenta que amenaza con sumergirla para siempre.

La aventura de Esteban alcanza un sentido superior al conocer que el mal que amenaza a Baladoruo fue el mismo que acabó con otras ciudades legendarias y fruto del castigo de los nubeiros a un rey que fue injusto, cruel y desagradecido.

La lectura de “La leyenda de la ciudad sumergida” me ha hecho creer que estaba ante la novela de García Márquez. Igual que en “Cien años de soledad”, en la obra de Antón Castro las creaciones imaginarias compiten de igual a igual con la realidad; lo imaginario tiene el mismo afán arrollador que lo real, y ambas dimensiones adquieren una misma naturaleza narrativa con la que el autor crea un mundo de extraordinaria riqueza.

Animales, personajes mágicos, seres del más allá, mitos y misterios, fantasía en medio de la cual el niño de Baladouro, a lomos de Pindusa, la yegua parda que es capaz de hablar con la gente y no le tIene miedo al vendaval, y de la inabarcable imaginación y excelente narrativa de Antón Castro, se convierte en héroe de esta epopeya en prosa.

Dijo José Domingo Dueñas en la presentación de “La leyenda de la ciudad sumergida” en la Librería Anónima de Huesca que Antón Castro es en sí un género literario. Y yo añado que Antón Castro es un género literario indispensable. Tal vez porque su amorosa mano otorga a su obra un brillo excepcional. “La leyenda de la ciudad sumergida” es el verdadero cuento de un narrador.

La obra, editada por ediciones Nalvay, está maravillosamente ilustrada por el artista Javi Hernández.

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Queridísimo Luis: GRACIAS

«Maribel Verdú es una lectora inagotable desde que era niña. En los primeros años que la conocí hablaba de Scott Fitzgerald o Truman Capote. Le hacía ilusión que le regalara libros dedicados de Ignacio Martínez de Pisón, Mariano Gistaín, Javier Tomeo, Antón Castro, David Trueba, Bernardo Atxaga, Enrique Vila-Matas o Antonio Muñoz Molina. Y, luego, aún le hacía más ilusión conocer a los escritores que leía. Maribel siempre va acompañada de un par de libros. Cuando un libro le vuelve loca enseguida nos enteramos todos los amigos. Maribel no es de las que esconde sus mejores emociones. Uno de esos libros fue ‘Pétalos de luna’, la primera novela en solitario de María Pilar Clau. Para ella fue un placer presentarla en La casa del libro de Madrid, el año pasado, junto a Jorge Sanz. El público que asistió no estaba acostumbrado a escuchar a Maribel detallando el encanto de una novela».

Lo escribe el grandísimo Luis Alegre y lo publica en el Heraldo de Aragón del domingo 7 de diciembre y en Huffingtonpost. Es el comienzo del artículo «Eva y Felix» dedicado a la preciosa librería «Los portadores de sueños» en su décimo cumpleaños. Desde aquí aprovecho también para felicitarlos de todo corazón y para desearles que cumplan muchísimos muchísimos más. Cuando publiquen «Pétalos de luna» en papel querré presentarla en vuestra librería. ¿Me dejaréis? Espero que sea muy pronto.

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Del ebook al papel o los caminos del éxito

Del ebook al papel o los caminos del éxito es el título de la mesa redonda en la que participaré el próximo miércoles, 30 de octubre, en el Congreso del Libro Electrónico.

El ebook y el papel son solo los soportes.
Lo esencial, la obra, la literatura.
¿Los caminos? Cuando la obra está escrita y publicada, en un formato o en otro, ya hay muchos caminos recorridos.
¿Y el éxito? Éxito es haber conseguido escribirla. Es sentirse satisfecha con ella. Es publicarla. Es que guste, que emocione, que se aprecie como una buena novela. Es que te hablen de su calidad literaria. Es que te escriba un lector y te dé las gracias por haberla escrito. Son todas las alegrías que se derivan de haberla publicado. Y es, por supuesto, que la lea y la disfrute el mayor número de personas posible. Y aquí, únicamente aquí, es donde el formato (ebook o papel) determina la diferencia.
Muchas personas no han leído “Pétalos de luna” porque no está publicada en papel, solo está en ebook.
A pesar de que para mí lo único que importa de una novela es su calidad literaria y no dónde y cómo la lees, confieso que hasta hace algo más de un año, asociaba el placer de leer con el libro en papel. Sin embargo, quizá a raíz de la publicación de “Pétalos de luna” en ebook, o tal vez solo porque los nuevos tiempos van trayendo cosas nuevas, comencé a acostumbrarme a leer en formato electrónico y voy encontrando en este cada vez más ventajas: es mucho más barato (“Pétalos de luna”, por ejemplo, solo vale 3,99€, o 3,79, según dónde se compra); no hay que quitarle el polvo; lo llevas contigo para leerlo en cualquier parte sin tener que soportar peso adicional; adaptas el tamaño de letra a tu capacidad de ver; puedes subrayar, escribir comentarios, encontrar el significado de una palabra en el diccionario solo con hacer clic sobre esa palabra…
Si es una buena obra, me produce idéntico placer leerla en ebook que leerla en papel. Y si no lo es, no me gusta en ninguno de los dos soportes. El modo en que se lee no añade ni quita nada ni a los personajes, ni al argumento, ni al lenguaje…
He releído en formato electrónico algunas novelas: Cien años de soledad, Fortunata y Jacinta, El retrato de Dorian Grey, Luz de Agosto, Marianela, Una mujer sin importancia, Doña Perfecta, etc. Y las he disfrutado igual que en su momento los disfruté en papel. Y he leído otras nuevas como por ejemplo La transformación de Johanna Sansíleri, novela que incluyo entre mis favoritas y entre las que más me han marcado.
Después de escribir todo esto, ¿cuáles diría que son los camino del éxito? Si entendemos por éxito que compren y lean la novela cuantas más personas mejor, el éxito es que la publiquen en todos los formatos, en ebook y en papel. Porque hay una parte del camino que recorre el autor, pero hay otra que hace el lector, y es necesario abrirle todas las vías para que transite hacia la novela por la que le resulte más fácil, o por la que más le apetezca.
A mí me queda por recorrer esa parte del camino, la que lleve a “Pétalos de luna” al papel para acercarla a más lectores.
Entre tanto, podéis comprarla en ebook en diversas páginas.
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«Pétalos de luna» en Huesca

Hablar de “Pétalos de luna” es siempre emocionante. Me recuerda una de las cosas mejores que he hecho; me recuerda mi esencia, lo que soy y lo que deseo ser. Me recuerda que merece la pena el esfuerzo, la perseverancia… Y me recuerda algo que considero fundamental: que debemos amarnos a nosotros mismos y a los otros (cosa que no hacen casi ninguno de los personajes de la novela). Solo amándonos a nosotros mismos podemos llegar a conocernos, a saber qué es lo mejor que tenemos y a ponerlo al servicio de los otros. Y solo amándonos a nosotros mismos podremos amar así, de la misma manera, a los demás. Este es, además del segundo mandamiento (que no dice que hay que amar al prójimo «más» que a ti mismo, sino «como» a ti mismo), la clave para ser felices (cuando uno se ama a sí mismo es más humilde; si le alaban, su ego no crece, y, si le critican, tiene la capacidad de recibir la crítica con gratitud, aunque sea agria).

Gracias a Javi Vázquez por invitarme a su programa ‘Escúchate, de Aragón Radio, donde, además, tuve la suerte de disfrutar de una magnífica tarde en Huesca, mi ciudad natal, y de estar en compañía de cuatro personas a las que admiro mucho: Juanjo Javierre, Orencio Boix, Esteban Navarro y Chema Aniés.

Más tarde, asistí a la presentación del libro de Javi Vázquez, “Cuatro cuentos rusos”, de Ediciones Nalvay, en la Librería Anónima, uno de los grandes tesoros de la ciudad. Fue un placer rencontrarme, después de bastante tiempo, con Carlos Garcés, Miriam Martínez, Sara Ciria y con Cristina Pérez.

La foto la hizo Mariano Gistaín y también grabó el vídeo y me ha animado a publicarlo. Gracias, Amor.

Chema Aniés, Esteban Navarro, María Pilar Clau, Javi Vázquez, Juanjo Javierre y Orencio Boix en el Café del Arte.

Chema Aniés, Esteban Navarro, María Pilar Clau, Javi Vázquez, Juanjo Javierre y Orencio Boix en el Café del Arte.

Con Javi Vázquez en la Librería Anónima

Con Javi Vázquez en la Librería Anónima

La emoción de compartir un selfie

La imaginación ha llevado a diseñar mesas, sillas, bancos, camas… que se sostienen con solo tres patas, incluso con dos, y también las hay con seis o con ocho. Algunas se apoyan en ondas, bolas, asteriscos, etc. Sin embargo, lo habitual, lo original (por los orígenes) y lo seguro es que tengan cuatro. Hoy he entendido por qué. No me va a resultar fácil explicárselo; es posible no lo consiga, pero voy a intentarlo.

Imagínense el mundo, con el mar, la tierra, el cielo, el sol, las estrellas… Supongan a los hombres y mujeres que lo habitan, todos en general. Figúrense los sueños. Calculen las preocupaciones, los miedos, las dudas. Piensen en los problemas. Háganse una idea de las dificultades. Reflexionen sobre la alegría de estar vivos. Conciban los logros. Sospechen el alivio y la emoción de compartirlo todo.

Esther, de quien siempre digo que es la mujer más inteligente que conozco (ella no se enteró hasta ayer de que lo digo), decidió hacer un experimento y reunir a tres de sus amigas (Marian, Leles y yo) que no nos conocíamos de nada. Las tres nos entusiasmamos con la idea y hoy hemos compartido unas horas inolvidables. Y seguiremos…

Las patas de cualquiera de los muebles que he mencionado más arriba acostumbran a ser iguales: bien, pues nosotras también los somos.

¿Qué cuatro cosas tienen en común estas cuatro mujeres?

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La sonrisa.

La satisfacción de haber encontrado algo que andaban buscando hace tiempo sin saberlo.

La alegría de quien acaba de darse cuenta de que, en adelante, el mundo se sostendrá sobre cuatro patas y será un lugar más seguro.

Y… las cuatro se han olvidado de pintarse los labios.

Pero Leles se ha dado cuenta al ver la foto, ha sacado del bolso una barra de carmín fucsia… et voilà! Preparadas para el selfie.

Selfie

Y como nos ha sabido a poco

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Preludio de la primavera

Ayer vi la primera amapola de este año. Estaba sola, junto a una fuente, y yo pasé a su lado sola también. Me saludó y le di las gracias porque sentí que me anunciaba un tiempo nuevo de alegría y de esperanza.

De niña, de muy niña, creía que las amapolas eran unas rosas a las que no les habían salido todos los pétalos. Yo prefería las rosas: pétalos y pétalos superpuestos en perfecta armonía, su tacto de terciopelo y esa fragancia tan leve y tan distinguida. Aunque la rosa sigue siendo mi flor favorita, cada vez más me siento cautivada por la amapola. Me conmueve su fragilidad escondida tras la fuerza de ese rojo intenso que no existe en ningún pantone. Sigo soñando en ella el preludio de una rosa y, más que soñar, observo, escucho en las amapolas la obertura de un concierto mágico en el que intervendrán también la flor del almendro, las margaritas, los renuevos de las plantas y de los árboles… Un espectáculo de composiciones magistrales que solo una vez al año tenemos la oportunidad de disfrutar.

Los dos primeros poemas que tuve que aprender en la escuela fueron: uno a una rosa y otro a una amapola. Quizá era tan pequeña cuando los aprendí que no supe distinguir si hablaban de la misma flor y le daban nombres distintos. Los copio debajo de la foto.

Marina en el campo con una amapola

Novia del campo, amapola (Juan Ramón Jiménez)

Novia del campo, amapola,
que estás abierta en el trigo;
amapolita, amapola,
¿te quieres casar conmigo?
Te daré toda mi alma,
tendrás agua y tendrás pan.
Te daré toda mi alma,
toda mi alma de galán.
Tendrás una casa pobre,
yo te querré como un niño,
tendrás una casa pobre
llena de sol y cariño.
Yo te labraré tu campo,
tú irás por agua a la fuente,
yo te regaré tu campo
con el sudor de mi frente.
Amapola del camino,
roja como un corazón,
yo te haré cantar al son
de la rueda del molino;
yo te haré cantar, y al son
de la rueda dolorida
te abriré mi corazón,
¡amapola de mi vida¡
Novia del campo, amapola,
que estás abierta en el trigo;
amapolita, amapola,
¿Te quieres casar conmigo?

 

La rosa del jardinero (Serafín y Joaquín Álvarez Quintero)

Era un jardín sonriente;
era una tranquila fuente
de cristal;
era a su borde asomada,
una rosa inmaculada
de un rosal.
Era un viejo jardinero
que cuidaba con esmero
del vergel,
y era la rosa un tesoro
de más quilates que el oro
para él.

A la orilla de la fuente
un caballero pasó,
y la rosa dulcemente
de su tallo separó.
Y al notar el jardinero
que faltaba en el rosal,
cantaba así, plañidero,
receloso de su mal:

—Rosa la más delicada
que por mi amor cultivada
nunca fue;
rosa, la más encendida,
la más fragante y pulida
que cuidé;
blanca estrella que del cielo
curiosa del ver el suelo
resbaló;
a la que una mariposa
de mancharla temerosa
no llegó.

¿Quién te quiere? ¿Quién te llama
por tu bien o por tu mal?
¿Quién te llevó de la rama
que no estás en tu rosal?
….

 

Con Paco de Lucía

Fue gracias a Pirineos Sur. Tuve la inmensa fortuna de disfrutar de un concierto irrepetible en un entorno mágico, y la oportunidad de saludar a Paco de Lucía y hasta de hacerme una foto con él en el escenario flotante de Lanuza.

Estuvimos desde las tres hasta las cinco de la tarde en el auditorio mientras hacían las pruebas de sonido. Al acabar, fuimos a Formigal a cambiarnos y, aunque el concierto no comenzaba hasta las diez de la noche, a las seis estábamos ya de nuevo camino a Lanuza. Conducía mi hermano, que no quería perderse el espectáculo, y en su coche íbamos mis compañeros y amigos Fernando Herce y Javier Losilla (que iba a presentar a Paco de Lucía), mi cuñada Marga y yo.

Recuerdo con enorme cariño los preparativos del concierto, los nervios, las reuniones previas, la expectación, el maravilloso equipo que formábamos la organización, el cariño… Y en aquella ocasión, especialmente, el silencio; el impecable respeto con que el público daba la bienvenida y escuchaba al maestro.

Con Paco de Lucía

Si Wert tuviera un huerto de tomates

Que la película ganadora de los premios Goya 2014 («Vivir es fácil con los ojos cerrados») «transpira honestidad moral», como dijo su director, David Trueba, quien también recibió el Goya al mejor director, no solo es una gran verdad, sino que es una de las cosas más bonitas que se pueden decir de una película, de cualquier  empresa y de cualquier persona.

En un mundo donde parece que nos hemos acostumbrado a la mentira, al abuso, a la corrupción, a la falta de educación y de respeto, a la falta de honestidad, cuando aparecen por algún lado la verdad, el respeto, la educación, la honestidad… destacan, resplandecen. Por eso la película de David es una película que estaba destinada a brillar. La honestidad del profesor al que da vida Javier Cámara (Goya al mejor actor), su valentía, su perseverancia a la hora conseguir sus sueños sin dejar a nadie tirado en el camino, su sentido de la justicia… son difíciles de hallar en la realidad en la que vivimos. Y no me refiero tanto a la realidad más cercana en la que vivimos, porque, como dijo David, «seguro que este país es pobre en dinero, en recursos naturales, pero es rico en cierta gente que no tiene ninguna visibilidad y en eso somos responsables la gente del cine y de los medios, la gente humilde que hace bien su trabajo, que son honestos», sino que me refiero a la realidad que vemos todos los días en los medios de comunicación: el poder, los poderosos de este país, se caracterizan justo por lo contrario. ¡Y no digamos nada de los mediopoderosos! Esos observan los mayores defectos de los que tienen más poder que ellos como si fuesen grandes virtudes y se afanan en imitarlos: el mismo grado de servilismo que emplean con sus superiores, lo emplean en mezquindad con los que consideran inferiores.

Me gustó mucho la película, pero la escena con la que más disfruté fue con la del huerto de tomates (lo digo así para no hacer spoiler). Ay si Wert tuviera un huerto de tomates…

¡Enhorabuena David! y ¡enhorabuena, Javier!

Con David Trueba

Con David Trueba

Con Javier Cámara

Con Javier Cámara

Otras entradas sobre la película

Vivir en el mundo como entre amigos

Vivir es maravilloso cuando estás rodeada de gente buena

Con los ojos con cerrados y de la mano amiga

Héroes infalibles

José Antonio Marina: «La culminación de la inteligencia es la bondad»

“La culminación de la inteligencia no es el conocimiento, sino la bondad”, dijo el filósofo José Antonio Marina este jueves en Zaragoza. Para él, el sistema educativo se ha equivocado en la jerarquía de los asuntos: ha puesto siempre la verdad como objetivo y, de esta manera, hemos progresado en ciencia y en otras materias de conocimiento, pero hemos fracasado en resolver problemas fundamentales que se habrían resuelto si el objetivo hubiera sido la bondad.

Una persona buena es “una persona que sabe cuál es la mejor solución a un problema que afecta a una comunidad y, además, tiene la valentía de ponerla en marcha”. La función de la inteligencia “no es conocer –aseveró el filósofo–, sino dirigir bien el comportamiento aprovechando la mejor información posible, gestionando las emociones y ejecutando las decisiones”.

“De nada vale que el entendimiento se adelante si el corazón se queda”, escribió el aragonés Baltasar Gracián, y ayer lo citó José Antonio Marina para ilustrar la importancia de las emociones y los valores en el desarrollo del talento. La capacidad de generar talento es hoy la principal fuente de prosperidad y nivel de vida de un país, y es necesario generarlo, apuntó Marina. Pero hablar del talento no es hablar de inteligencia, sino del uso de la inteligencia. Definió el talento como “la capacidad de elegir bien las metas y movilizar los conocimientos emociones y decisiones necesarias para alcanzarlas”.

Todos necesitamos sentir que progresamos, sentir que ampliamos nuestro campo de acción, y para ello hemos de ponernos metas. “Mediante las metas nos seducimos desde lejos con un proyecto bello, porque no estamos hechos para la mediocridad”, dijo José Antonio Marina y subrayó que es importante no perder en ningún momento el significado de lo que estamos haciendo, no olvidar que estamos en el camino hacia esa meta. 

José Antonio Marina ama la poesía porque cree que ilumina la realidad, «nos descubre los pequeños tesoros que están en las cosas y nos pasan inadvertidos y nos hace ver lo cotidiano de un modo más brillante, más emocionante, más divertido». Y ama el baile (quiso ser bailarín) por la capacidad que tiene de transformar el esfuerzo en una cosa bella, algo que, según él, no se da solo en el baile, también se da en el pensamiento, en las relaciones y, por supuesto, en el aprendizaje.

Estamos en la era del aprendizaje, la era que nos exige a todos el esfuerzo de seguir aprendiendo cada día y para siempre; sin embargo, ese esfuerzo “no es una condena sino una bendición que nos mantiene jóvenes”. Puesto que hemos de seguir aprendiendo, ¿por qué no nos ponemos como objetivo la bondad?

José Antonio Marina en Patio de la Infanta de Ibercaja junto con la directora de la Obra Social, Teresa Fernández, y la responsable del Ciclo "Educar para el futuro", Ana Farré.

José Antonio Marina en Patio de la Infanta de Ibercaja junto con la directora de la Obra Social, Teresa Fernández, y la responsable del Ciclo «Educar para el futuro», Ana Farré.