No es nostalgia,
es la antigua ternura que sobrevive a cualquier tiempo nuevo.
Es la tersa alegría, el fuego recurrente, el irse sin adioses, la presencia sedosa de la inocencia.
Es no estar nunca solos en el quicio de los años.
El tiempo recobrado.
Hermanos de tierra y de memoria.
Espejos donde los rostros se miran en las rosas frescas de ayer.
Ráfagas candenciosas de amor y de consuelo.
Escondites, piedras y sangre en las rodillas y en la frente.
La inmensidad de lo fugaz.
La ingenua cordura y los secretos. Las primeras respuestas.
Las balsas, las veredas.
Y, de nuevo, hermanos del principio.
Henos aquí, hoy y siempre.